miércoles, 28 de julio de 2010
LAS CARTAS
Tenía 15 correos nuevos en mi bandeja de entrada. Abrí dos, no leí ninguno y los borré todos. "Si algo era de vida o muerte lo sabré igual", pensé. Hay correos que me ha matado la curiosidad por saber qué decían, pero casi siempre los mandaba a mejor vida sin siquiera leer una línea. En la mayoría de los casos leo un par de líneas y si son un asunto personal no los termino jamás. Me gusta meterme en la vida de los demás, pero me carga que se metan en la mía. Además, responder esos correos siempre es un lío porque la otra persona lee las palabras y las interpreta de la misma forma en que se está sintiendo. Y para qué perder el tiempo en peleas de ciegos. No tiene sentido.
No me gustan los correos con puntos suspensivos ni con un lenguaje muy callejero. No sé qué le dio a toda la gente por escribir como hablan. Claro, como que hablaran muy bien la tropa de idiotas. Esas cosas se las aguanto a Bertoni y a un par más. Cuando es creación el asunto cambia, pero en los demás casos es digno de cadena perpetua.
Tengo una amiga súper linda. Al menos, yo lo creo. Y la llenaría de mail y disfrutaría que ella hiciera lo mismo. Ahí como que se rompe todo el discurso anterior. Eso es lo mejor. Me gusta ir para el oeste y cambiar la ruta si el clima me incomoda. Pero uno es un animal que vive en sociedad y de repente hay que aguantar lo que los otros quieren. Es terrible eso. Desgaste espiritual seguro. Los monjes lo entendieron antes. Los curas también, pero con tanto niño con pantalones apretados no han podido llegar más allá en su espiritualidad.