Hace un mes me llamó para preguntarme a qué hora la iría a ver. Yo, caballero como siempre, le pedí que habláramos más tarde. Nunca más la llamé ni le contesté el celular. Sabía que entendería a pesar de sus 19 años.
Hoy pasé por una librería y me quedé mirando para ver si estaba el libro que quería. Cuando lo vi me puse muy contento y pensé en comprarlo mañana. Caminé media cuadra más y no aguanté y regresé por el condenado libro. Entré con la ansiedad de Maradona y lo tomé para pagarlo en la caja. En los cortos pasos de la repisa hasta la caja me encontré contigo de frente. Me saludaste y yo no dije nada. Pagué y arrepentido me acerqué a ti y te invité un café. Te reíste y me dijiste: “eres un idiota, pero acepto”…